Tras la victoria de Donald Trump, las criptomonedas han vivido un gran rally alcista que parece haber tocado techo cuando Bitcoin tocó los 100.000 dólares. Los motivos son que al parecer Donald Trump pretende hacer de Estados Unidos el país de las criptomonedas. De hecho, tiene ya preparado un proyecto ley a través del cual plantea comprar 200.000 bitcoins al año durante los próximos 5 años, convirtiéndose así en el principal poseedor de bitcoins del mundo y atesorando el 5% de todos los bitcoins posibles (la cantidad de bitcoins máxima es de 21 millones y está programado para que el último bitcoin sea minado en el año 2140).
Obviamente, Trump no se ha tirado a la piscina así sin más, de hecho, tenemos grandes empresas como MicroStrategy cuyo negocio ha cambiado para basarse únicamente en comprar y atesorar criptomonedas. Tampoco sería el primer político en abrazar las criptomonedas, ya que Bukele, presidente del Salvador, ya hace años que decretó Bitcoin como moneda de curso legal en el país.
Desde el punto de vista inversor, cada vez son más las plataformas y bancos que empiezan a ofertar este tipo de activos y ya tenemos incluso ETFs para poder invertir directamente en este activo como en cualquier otro. Por tanto, parece que, al fin y al cabo, las criptomonedas están encontrando su sitio en nuestras vidas. Lo que cabe preguntarse ahora es: ¿hasta dónde y hasta cuándo?
¿Hasta dónde puede llegar todo esto?
Uno de los debates que traen las criptomonedas o los criptoactivos en general es si hacen falta intermediarios. Hasta ahora, por ejemplo, a la hora de pasar dinero de una cuenta a otra hacían falta bancos, ya que estos son los que se aseguran de que el dinero salga de un sitio y entre en otro. Con criptomonedas como Bitcoin el banco ya no tiene por qué estar en medio, si no que se pueden realizar estas transacciones en lo que se llaman peer-to-peer o persona a persona y sin sacrificar garantías de que el dinero va a salir y va a llegar.
Otro ejemplo son las acciones, la figura del bróker es clave para cruzar a compradores y vendedores y realizar este cambio. De nuevo, hay formas criptográficas de hacer este tipo de operaciones sin necesidad de tener que pasar por el bróker y pagarle si comisión.
Y otro ejemplo quizá menos relacionado con el mundo financiero es el de los notarios o incluso los auditores. Estos existen únicamente para dar fe de algo (de que se ha realizado un contrato, por ejemplo, para los notarios, o de que las cuentas reflejan fielmente la situación de una empresa en el caso de los auditores). Pero, de nuevo, con blockchain todo esto parece que es absurdo, porque puede quedar todo reflejado en esta tecnología y, por su propia naturaleza, podemos confiar en que los datos son reales y no han sido manipulados. La propia tecnología da fe de ese algo.
Sin embargo, no todo es tan bonito, de hecho, este mundo guarda más problemas que ventajas hoy en día. El primero de los problemas se debe precisamente a una de sus virtudes: la seguridad. Todos los criptoactivos o criptomonedas están alojados en lo que se llaman wallets (carteras) que pueden ser físicas o digitales.
Las wallets físicas son como discos duros o pen drives donde se guarda toda la información relativa a tus posiciones. Es como si tuvieras tu cuenta bancaria en un pen drive. Ahora imagina que ese pen drive se pierde. Dado que no hay intermediarios y está todo basado en una tecnología encriptada no hay forma de recuperar la información que lo contiene. No está subido en ninguna nube, simplemente está ahí alojado en una copia local.
También puede ocurrir que simplemente se te olvide la contraseña del wallet. Por su propia tecnología la contraseña no es una que tú puedas elegir, suele ser un conjunto de palabras seleccionadas aleatoriamente y ordenadas aleatoriamente. Esto hace que aprendérselas sea imposible, a la vez que temeroso, pero también lo es guardarlo, pues cualquiera que se encuentre la contraseña y tu wallet podrá acceder a ella y quitarte todo. Aquí no hay dobles verificaciones, ni sms, ni correos, ni nada.
Algo similar o incluso peor ocurre con las wallets digitales, ya que aquí tu wallet tiene una dirección (lo equivalente a un número de cuenta) y una contraseña. Si tienes una dirección puedes ver todo lo que tiene esa persona, por lo que si se filtra tu dirección cualquier persona podrá ver todo lo que tú tienes. Y si alguien no solo tiene tu dirección si no también tu contraseña tendrá el mismo poder que tú. De nuevo, no hay ni sms, ni correos, ni nada. De hecho, hace no mucho le ocurrió a un streamer que sin querer mostró en el directo sus claves y le robaron en directo todos sus criptoactivos valorados en más de 100.000 dólares.
Tal es el problema de seguridad que hay personas que tienen centenares de bitcoins en sus wallets, pero al haber perdido su contraseña no pueden acceder a ellos. Literalmente tienen un tesoro cerrado que no pueden abrir. Y no creas que esto es algo puntual, se estima que el 20% de los bitcoins están perdidos.
El sistema financiero actual, obviamente, está lejos de ser perfecto, pero al menos nos ofrece alternativas para poder recuperar nuestras claves y tener siempre acceso a nuestro dinero. Y situaciones similares ocurren con lo que proponíamos de los brokers, notarios, auditores, etc. Lo queramos o no, no estamos preparados para delegarlo todo en la tecnología y menos aun cuando hablamos de asuntos tan críticos como nuestro dinero.
Por tanto, ¿hasta dónde va a llegar todo esto? Hasta el punto en que nosotros nos sintamos cómodos con esta tecnología. Una cosa es el nivel de desarrollo de la propia tecnología y otro muy diferente el nivel de aceptación por parte de la sociedad.
¿Hasta cuando va a durar esta fiebre por las criptomonedas?
Como activo, las criptomonedas son muy volátiles lo cual las hace imprevisibles y peligrosas. Como ocurre siempre, la volatilidad no es necesariamente un riesgo, pero dado que los seres humanos no somos capaces de tolerar bien las pérdidas, ante movimientos agresivos a la baja solemos vernos tentados a vender y eso es lo que lo hace peligroso.
El primer paso para que podamos ver realmente las criptomonedas de manera más presentes en nuestro día a día pasa un poco por esto, todo se tiene que estabilizar y esta fiebre tiene que desaparecer. Por ejemplo, si queremos tener dinero en bitcoin con el fin de preservarlo a lo largo del tiempo, es decir, queremos que el bitcoin actúe como reserva de valor, no puede ser que de un año a otro valga el doble o la mitad, necesitamos un valor estable y para eso toda la especulación actual debe de desaparecer.
No solo afecta a bitcoin. La mayoría de los contratos inteligentes que automatizan ciertos procesos o simplemente reflejan determinadas transacciones (por ejemplo, la compra de una casa) se quedan registradas en criptomonedas como Ethereum. Cuando un minero consigue minar un bloque de Ethereum su recompensa es precisamente monedas en Ethereum, es decir, cuanto mayor sea el precio mayor será el incentivo para minar. Si puntualmente Ethereum cae con fuerza no habrá incentivos a minar estos bloques y, por tanto, estos contratos no podrán registrarse. Es como si el salario del notario fluctuara mes a mes. Cuando el salario es muy alto habrá muchos notarios, pero si el salario cae mucho apenas habrá.
Y puede que pienses, a medida que nuevos gobiernos y empresas deciden empezar a tomarse en serio todo lo de las criptomonedas y criptoactivos mayor será su volatilidad, porque más gente la querrá. Sin embargo, no funciona del todo así. La volatilidad no es más que una señal de ruido. Imagina una habitación llena de gente y donde simplemente hay una puerta. Si de repente salta la alarma de incendio todo el mundo saldrá corriendo, se formarán estampidas, empujones, pisotones y caos. Esto es la volatilidad.
Sigamos imaginándonos esta habitación, pero ahora no solo hay personas, si no también empresas. Las empresas, como imaginaras no actúan como las personas. Pensemos en MicroStrategy, si todo el mundo se pone a vender bitcoin Michael Saylor (CEO de la compañía) no se lanzará a vender también masivamente. Primero porque no podrá, no hay suficiente liquidez y solo haría que empeorar la situación, y luego porque su apuesta es tan grande que genera influencia, por lo que sabe que si vende con el resto el movimiento solo hará que empeorar la situación. Si también entran gobiernos es como si pusiéramos más puertas, ya que, tal y como pudimos aprender con los problemas de deuda en el año 2008, cuando el gobierno está en el meollo, hace lo que haga falta para salvar la situación. Así, si en los próximos 5 años el gobierno de Estados Unidos atesora ese millón de bitcoins que planea, tendrá incentivos claros a impedir que bitcoin pueda caer, algo que debería de reducir claramente la volatilidad del activo.
Conclusión
La tecnología blockchain, los criptoactivos y las criptomonedas probablemente han llegado para quedarse, no para sustituir a nadie, si no como complemento. Pensemos en internet y el comercio electrónico, cuando llegaron probablemente amenazaron directamente muchos puestos de trabajo y muchos sectores. Sin embargo, ahora vemos cómo, aunque evidentemente ha supuesto un cambio, seguimos teniendo tiendas presenciales que se aprovechan de internet para poder ofrecer un mejor servicio.
Estoy seguro de que ocurrirá lo mismo con esta tecnología, pero simplemente porque nosotros, los consumidores que somos los que en última instancia movemos a las empresas a realizar cambios o no, no queremos depende 100% de esta. No solo eso, si no que estoy seguro de que, si tuviéramos que elegir o depender 100% de estas tecnologías o no usar nada, la mayoría elegiría la segunda opción. Esto se llama sesgo de aversión al cambio y hemos evolucionado, en parte, gracias a esto, por lo que dudo mucho que vayamos a ver cómo desaparece en el corto plazo.